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¿Crecer para exportar o exportar para crecer?: el retorno a un viejo dilema

Magdalena Cadagua
 Analista de Iberglobal

 contenedores barco

El nuevo protagonismo de las políticas industriales y de la política comercial obliga a considerar la relación entre éstas y un problema estructural histórico de la exportación y de la competitividad española como es el escaso tamaño medio de la empresa española.

El cuestionamiento de los principios liberales que alumbraron las instituciones económicas surgidas tras la Segunda Guerra Mundial, en gran medida, ha conducido a éstas a una crisis de obsolescencia o irrelevancia. Así, vuelven a aparecer en la panoplia de la política económica instrumentos que se consideraban trasnochados e ineficientes como la política comercial y la política industrial: las dos caras de una misma moneda, pues una sin la otra resulta en la ineficiencia de ambas.

Parecen claros los objetivos que, en el ámbito de la economía interior, persigue esta combinación de políticas. Estos objetivos son, en esencia, de seguridad económica, de seguridad por el lado de la oferta y de abastecimiento del mercado interior. Pero la pregunta ahora es cuáles son los objetivos en el ámbito exterior y, más concretamente, en el de la internacionalización de la actividad empresarial, tras más de 40 años de políticas de fomento de internacionalización. En concreto, este renacido binomio de política industrial y política comercial ha de responder a una pregunta, que, por sencilla, resulta muy difícil de responder: ¿Crecer para exportar o exportar para crecer?

El proceso de apertura de la economía española, intensificado tras nuestro ingreso en la entonces Comunidad Europea, estuvo dominado por tres iniciativas de política económica, en gran medida, de naturaleza compensatoria:

  1. La política comercial de desarme arancelario y de eliminación de barreras a la importación de productos provenientes de nuestros socios europeos y adopción de la política comercial común que regía en el CE.
  2. Una política industrial de desmantelamiento del entramado de subvenciones directas y de socialización de pérdidas que sostenían amplios segmentos de la industria.
  3. Una política de fomento de la exportación que compensara los efectos sobre la balanza comercial de las dos políticas anteriores.

Así queda claro que la respuesta inicial al dilema planteado fue la de exportar para crecer, confiando a la exportación un fuerte papel anticíclico basado en la venta al exterior del exceso de capacidad generado por las fases negativas de la demanda interior. La ausencia de medidas activas de política industrial pretería, subordinaba toda estrategia de crecimiento de la empresa a su capacidad exportadora.

Sin embargo, en estos momentos, una renacida política industrial, esta vez de anunciada naturaleza activa, obliga a encarar, de nuevo, el dilema y, para ello, convendría recordar que una de las lastras estructurales de la economía española es el reducido tamaño medio de sus empresas, el universo de micro-pymes que no sobreviven al primer relevo generacional y la alta concentración de grandes empresas en torno a sectores regulados.

Así, esa nueva política industrial ha de tener, necesariamente, uno de sus ejes básicos en el aumento del tamaño medio de las empresas españolas, cuyo colofón o, mejor, consecuencia lógica será, en función del tamaño del mercado interior español, la exportación. Una exportación, en este caso, fundamentada en la competitividad derivada de las economías de escala y no de las imposiciones del ciclo económico, como es históricamente estructural en la economía española.

Crecer para exportar o exportar para crecer debe dejar de ser un dilema de la política económica española.