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De-risking y riesgo sistémico: tengamos las ideas claras

Magdalena Cadagua

china flag

 El de-risking que plantea la UE como planteamiento geoeconómico alternativo tiene que fundamentarse en la identificación y evaluación de riesgos, donde el riesgo sistémico China será un componente básico.

El lenguaje diplomático es el de los matices, el de las imprecisiones deliberadas, el de decir sin llegar a explicitar y el de insinuar para que todo el mundo entienda. Pero la diferencia entre de-risking y decoupling, las dos nuevas “buzzwords” de la economía mundial y de la globalización, es mucho más que mero lenguaje diplomático, pues el primero de los términos, de manera bien explícita, implica un reconocimiento del riesgo de la operativa económica internacional. El decoupling es una opción estratégica clara y precisa, como lo es la autarquía o, en su versión moderna, la autosuficiencia china (self-sufficiency o self-reliance). Por el contrario, el de-risking implica hacer frente a un riesgo nuevo o mayor al previamente existente. No es una decisión económica o política autónoma sino una reacción ante una nueva realidad e, indudablemente, esa nueva realidad global es China.

Así, en términos muy esquemáticos, China plantea su autosuficiencia, EE.UU. responde con un decoupling y la UE, a la vista de lo anterior, propone un nuevo concepto como es el del de-risking. Término éste valorado como una ingeniosa aportación, pero, de momento, vacía de todo contenido sustancial y con una importante carga conceptual, pues el principal riesgo que esta política europea se plantea identificar, gestionar y reducir es, precisamente, el riesgo China y es que China se ha convertido en un riesgo sistémico de la economía internacional.

El concepto de riesgo sistémico, comúnmente manejado en el ámbito bancario, cabe definirlo como el que se deriva del hecho de que la mala evolución o comportamiento de un solo participante en un sistema económico, por su importancia cuantitativa o por su relevancia operativa, contagie al resto de participantes y provoque un colapso del conjunto de dicho sistema económico. En este sentido, la pandemia y la políticamente interesada gestión de la misma llevada a cabo por las autoridades chinas durante 1016 días han evidenciado el papel central que este país ejerce en las cadenas globales de suministro, sus efectos sobre los precios, el abastecimiento y las pautas de consumo e inversión mundiales. En definitiva, esta ha sido la demostración empírica más evidente del carácter sistémico del riesgo China sobre el comercio y la economía mundial.

Cosa distinta es que, además, estos episodios hayan puesto de manifiesto la verdadera dimensión del riesgo político China, algo que los operadores económicos globales parecían haber olvidado o, en el mejor caso, infraestimado, a la vista de las consecuencias y los ajustes estructurales en las cadenas de suministro a los que asistimos ahora.

Ni “China basher” ni “panda hugger”, simple constatación de una realidad que, entre todos y en nuestro propio interés, no cabe engañarnos, hemos construido en los últimos 20 años. Sin embargo y más allá de la pandemia y sus consecuencias económicas, no cabe olvidar que la actual coyuntura económica china, caracterizada, en tres trazos, por un exceso de endeudamiento, una crisis inmobiliaria y una crisis demográfica puede tener importantes consecuencias globales, precisamente, por el carácter sistémico del riesgo China. Este sería el verdadero foco del de-risking que plantea la UE y que, en última instancia, como parece evidente, será muy difícil de diferenciar del decoupling norteamericano o de la propia autosuficiencia china.