Menu
A+ A A-

La estructura del servicio exterior


Atrium

¿Tiene sentido abrir representaciones diplomáticas que luego carecen de medios para desarrollar actividades?


La Administración española está impulsando desde hace años una política de apertura de nuevas embajadas con el fin de potenciar su red de representaciones diplomáticas en el exterior.

En principio esto no puede ser visto  más que de forma positiva, por los que defendemos una mayor atención y prioridad a la política exterior y la proyección internacional de España.

altSin embargo, hay un tema al que creemos no se presta apenas atención: la carencia de recursos económicos en nuestro sistema de representación exterior para desarrollar actividades. Tenemos embajadas que implican un importante gasto “fijo” de estructura, en alquileres, sueldos, comunicaciones, etc., pero que, con frecuencia, tienen un  presupuesto escaso para gastos “variables”, para organizar conferencias, exposiciones, misiones.

Existe un elevado volumen de recursos económicos inmovilizado en inmuebles, propiedad del Estado español. La Administración ha continuado comprando locales y oficinas. Empresas, grandes bancos, han decidido vender sus propiedades inmobiliarias y “vivir de alquilado”, sin duda porque han llegado a la conclusión de que era más racional desde el punto de vista económico. En España, sin embargo, parece estar bien valorado el que la Administración compre propiedades en el extranjero...
 
¿Tiene sentido gastar el dinero en comprar locales, en mantener oficinas y personal, en fin, en establecer una estructura que luego va a quedar infrautilizada por falta de recursos para actividades? Creemos que el tema merece cuanto menos una reflexión.

Un problema clave aquí es la “compartimentación” y la inercia que caracteriza el funcionamiento de la Administración. En un momento dado puede sobrar dinero en una partida (para comprar locales, por ejemplo) y puede faltar para otra (para actividades). Pero la rigidez del funcionamiento administrativo dificulta el traspaso de una a otra. En un momento dado, por ejemplo, puede producirse una vacante de personal, porque un empleado se jubila o se marcha. La inercia administrativa hace que esa vacante se cubra de forma automática, aunque el puesto de trabajo haya quedado prácticamente sin contenido.

Se debería hacer una reflexión sobre la necesidad de optimizar el equilibrio entre gastos de estructura y gastos de actividades en las representaciones diplomáticas. Por supuesto que la sustitución entre ellos no es fácil  ni rápida. Pero si existen unos criterios y unos objetivos, se puede actuar paulatinamente con el fin de mejorar ese equilibrio (por ejemplo, no sustituyendo automáticamente los puestos vacantes de personal en aquellos lugares en los que se ha concluido que es mejor adelgazar la estructura).

En todo caso, es un tema que no se ha tratado en las recientes discusiones que ha habido en España sobre la reforma del servicio exterior. Y creemos que bien merece un ejercicio de reflexión y análisis con el fin de mejorar nuestra acción pública exterior. Los recursos son escasos, mientras que las necesidades de proyección y representación exterior son ilimitadas. Hay que buscar una optimización de esos recursos, y para ello hay que reflexionar sobre el equilibrio óptimo entre los gastos de estructura y los gastos para actividades.